Ayer, después de una de mis sesiones de Alianza Creativa, recordé por qué hago lo que hago y por qué fueron tan importantes estos meses de trabajo en mí misma para poder acompañar a otrxs.
Los últimos meses los pasé, entre otras cosas, tratando de entender el mecanismo por el cual funciona el trabajo creativo, introspectivo y terapéutico que vengo desarrollando en mis grupos y acompañamientos personales o de proyecto.
Y descubrí la clave, el método, la fórmula secreta (o en eso estoy). Pero lo fantástico y tremendamente agotador fue que antes tuve que probar todo eso en mí.
Los años anteriores, sin saber muy bien cómo funcionaba o por qué, había ido armando muy intuitivamente -y con otrxs- un formato con el que acompañar a las personas a crear y a animarse a crear. Pero pronto descubrí que en la práctica lo que pasaba era mucho más que un acompañamiento creativo.
Cada encuentro me mostraba que lo que hacíamos en ese acto co-creativo transformaba a la persona en su forma de verse a sí misma, de conocerse, de validarse y, en última instancia, de quererse y confiar más.
Algo de la magia de crear con escucha propia y sostén, con amabilidad y paciencia, sin presión, sin exigencias, a un ritmo propio y sustentable, hacía que las personas que acompañaba aprendieran a hablarse con mayor compasión y, en consecuencia, a confiar más en sí mismas.
En muchos casos, el diálogo interno se transformaba, se suavizaba, y eso daba lugar a mayor creatividad y, en especial, a una creación sustentable, sin juicios, sin tanto estrés.
Yo lo veía de lejos. Lo observaba maravillada cada vez que pasaba, pero no tenía ni idea de por qué ocurría, ni tampoco sabía cómo hacer para que eso funcionara también en mí.
Creaba pero castigándome. Creaba pero sufría. No confiaba en mí ni en lo que tenía para aportar. Y era tan dura conmigo que cada acto creativo destruía un poco más la confianza en mí, en vez de lograr lo contrario.
El tiempo y mis circunstancias me pusieron de cara a mirar eso más de cerca. Los últimos meses -¿el último año?- fueron una maestría y un entrenamiento intensivo en animarme a probar eso que yo misma aplicaba en otrxs pero no sabía usar para mí. Me metí -porque de verdad no me quedó otra- a descubrir la matrix, la magia, el orden, esa película silenciosa y perfecta que se tejía en la sombra para que el método funcionara cada vez.
Aprendí, mientras ponía en acción todas las herramientas que había ido construyendo, por qué funcionaban en serio pero sobre todo por qué nunca iba a descubrir el mecanismo si no atravesaba primero yo por él.
A veces los puntos solo se pueden conectar hacia atrás, decía Steve Jobs (que se equivocó en muchas cosas pero en esto no se equivocaba).
Lacan, un poco más atrás en el tiempo, llamaba a esta forma de conectar los puntos hacia atrás points de capiton: esa estructura que anuda el sentido en retrospectiva y condensa lo que antes no podíamos ver (o solo podíamos descubrir una vez que ya hubiéramos pasado por ahí).
En mi caso, estoy en ese momento concreto en el que todo lo que aprendí, apliqué y descubrí en mí y en mis años de trabajo se ordena para armar el método, y empezar a usarlo en serio.
Ahora entiendo por qué me obsesionan la creatividad y el arte como canales de expresión y de reflexión inconsciente y por qué ganamos confianza cada vez que nos ponemos a crear (y cómo poder usarlo a nuestro favor en nuestras vidas).
Los próximos correos van a ir mayormente de eso, de cómo volver este método algo disponible para todo el mundo, accesible a cualquier hora del día.
Mientras tanto, como siempre, podés ponerte a crear sin más, sin exigencia, siendo un poco más amable con vos mismx en el proceso, y ver qué pasa. Crear de esta manera es una forma de resistencia, una manera de entrar en sintonía con tu pulso (o el del mundo que te rodea) y una pausa en tu vida para poder escuchar mejor.
Nos vemos del otro lado.
B
Tres ejemplos sobre ponerse una y otra vez en el lugar de aprendiz (y crear, entrenarse -o ablandarse- para atravesar cualquier cosa que aparezca).
La película Nyad
Diana Nyal, una ex-nadadora de 60 años, quiere volver a nadar y cruzar el mar que une Cuba con Miami: 160 kilómetros a nado con solo una embarcación y su entrenadora que la acompañan. A los 30 años ya había intentado la hazaña y había tenido que abandonar a mitad del viaje. Ahora, 30 años después, se da cuenta de que lo que la frenó no fue su cuerpo sino su mente. Pero su mente está fuerte, y puede lograrlo. O eso quiere creer.
La película relata esta historia real con Annette Bening como Diana Nyal y Jodie Foster como su entrenadora. Está en Netflix
A Kiss Before You Go de Danny Gregory
Lo que lloré con este libro no tiene nombre. A Kiss Before You Go es el testimonio en formato de diario íntimo creativo de Danny Gregory (que empezó a dibujar y pintar cuando ya era bastante grande) sobre el año después de la muerte de su esposa. Con ilustraciones y muchas reflexiones a mano alzada, Gregory explora el dolor, la memoria y el tránsito del duelo con el arte como medio para procesar la pérdida y encontrar destellos luminosos en su vida.
Rick Rubin sobre el acto de crear como una entrada de diario constante
“Todo lo que creo es una entrada de mi diario”.
En este video Rick Rubin explica que tomar cada cosa que crea en su vida como si fuera simplemente una entrada, una página de su diario, le saca la presión de estar creando algo para los demás, para ser visto, criticado, censurado, etcétera. Esta manera de verlo demuestra que el proceso creativo puede una representación de un instante en tu camino creativo (íntimo o universal) más que un resultado final definitivo (lo cual es muy liberador).
La creatividad y el arte me conectan de manera más profunda con mi vida, me ayudan a conocerme mejor, a encontrar soluciones más innovadoras y a crear vínculos más significativos.
— Danny Gregory
Una belleza toda esta nota🌼
Gracias Bar, ha sido un mimo al corazón. Que dificil es ir despacio en estos tiempos! Abrazos