¿Qué es la felicidad?, le preguntaron a la directora de cine Agnès Varda en una entrevista. Ella respondió:
“La felicidad es la mezcla que se da entre lo salado y lo dulce: un queso con un poquito de mermelada de naranja. Esa mezcla de alegría y tristeza, de melancolía y energía: opuestos estando juntos todo el tiempo. Eso es la felicidad.”
Agnès Varda
Es lo que siento estos días. Una felicidad que no es para nada alegría constante sino belleza agridulce.
La nostalgia feliz de estar en Buenos Aires.
La tristeza profunda de saber que la voy a dejar hoy, con todas sus pequeñas maravillas.
La alegría de saber que también vuelvo a casa, a mi silencio conseguido.
La gratitud por todas las fotos mentales que me llevo, aunque sean muchas menos de las que quería tener.
“Cada nuevo viaje es un lamento por lo que se deja atrás. El trotamundos a veces intenta recrear en un lugar nuevo lo que ha dejado atrás”, escribe Deborah Levy en Una casa propia, el último libro de su trilogía autobiográfica.
¿Cómo es irse de la propia casa para volver a otra? ¿Cómo es dejar lo que por un tiempo volvió a ser propio? ¿Cómo es ver, una vez más, que mis cosas “se quedarán sin mí, desorientadas”?
“Cuando tomás una flor con la mano y la mirás con atención, por un instante se convierte en tu mundo”, dijo la pintora Georgia O’Keeffe. Pero lo podría haber dicho tranquilamente mi mamá, de quien aprendí a valorar lo chiquito, lo que pasa desapercibido, lo más ignoto que da felicidad: el bollito de las medias recién lavadas, los botones de una camisa vieja, el olor todavía pregnante de unos jazmines olvidados en un rincón, la suavidad de una tela, la manija de una puerta antigua, el último pedacito de un arrollado de atún.
La belleza que salva no necesita de grandes despliegues. Vive en lo cotidiano y se esconde si no estamos presentes. Por eso estos días acá, en Buenos Aires, intenté estar presente en lo chiquito.
No vi ni a un tercio de las personas que quería ver, no recorrí ni un solo museo, casi no salí de mi casa más que para hacer un viaje o un encuentro fugaz, y fue justo lo que necesitaba: quedarme ahí, en el queso con un poquito de mermelada de naranja de Agnès Varda, en la flor de Georgia O’Keefe, en la casa propia de Deborah Levy, en esa felicidad agridulce, chiquita, maravillosa, presente.
El mate con pan dulce, las florcitas violeta del jacarandá de mi cuadra, el pelo enrulado de mi hijastro, los pájaros que se escuchan desde mi antiguo cuarto, el sol que entra poderoso por la ventana del living, la ensalada de manzana, arroz y zanahoria que hacía mi abuela y que hoy preparó mi mamá.
Esta también es mi vida, este cúmulo de “pequeñas cosas hermosas”, y a la vez su despedida. Este adiós agridulce.
Cuando hace unos días le dije a mi hija que estaba triste porque faltaba poco para irnos, me dijo: “Yo también estoy triste, mamá, pero así es es la vida”.
“Así es la vida”, me dice mi hija, y yo no puedo estar más de acuerdo.
Así es la vida.
Pequeñas cosas hermosas para ver estos días, y dejarse atravesar por la nostalgia feliz.
La película Maudie, el color de la vida
Retrata la vida de la pintora canadiense Maud Lewis y su historia agridulce. Hermosa y dolorosa. Belleza pequeña llena de colores que salvan. La pintura la salvó a ella, y creó una vida de color en una casita muy chiquita, que pintó de piso a techo y hoy es icónica. Se puede ver en Netflix o en Amazon prime.
Este video de la mismísima Agnès Varda respondiendo sobre la felicidad (y su trayectoria)
Esta semana Google homenajeó a la directora de cine con un doodle porque se cumplieron nueve años del premio que le dio la academia de cine a su trayectoria. Gran finde para ver todas sus películas. Una muy muy linda que hizo junto al artista JR es el documental Faces, Places (está en Mubi), sobre el proceso creativo de ambos.
El concepto japonés “MA” 間
Algo así como un intervalo, paréntesis, espacio vacío o pausa. También se interpreta como una contemplación en la cual es posible sentir el espacio y el tiempo. Me hizo mucho sentido con estas semanas que pasé acá, fuera de todo lo habitual de estos meses pero apreciando lo antiguo con una nueva mirada contemplativa. Sentí ma 間.
Según este video de abajo se usa mucho ma 間 en la películas de Ghibli (que amo).
Otra en japonés:
“La palabra japonesa Natsukashii designa la nostalgia feliz, el momento en que el recuerdo hermoso regresa a la memoria y la llena de dulzura”, Amélie Nothomb.
Gracias por seguir recomendándome cosas lindas. Leo todo y respondo con amor y paciencia. Escribime con tu propia nostalgia feliz.
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Nos vemos la semana que viene, desde el otro lado del mundo. Mientras tanto, estoy acá y acá. Que tengas una semana con mucha belleza que salva.
Abrazo grande.
Bar