Cualquier persona más o menos “disciplinada” que te diga que siempre hace contenta lo que tiene que hacer para estar bien o sentirse mejor, te miente.
"Motivation is bullshit” dice Mel Robbins -una reconocidísima ex “motivational speaker”- en un podcast que escuché hoy.
¿Por qué? Porque la motivación no está ahí cuando la necesitás.
En tus peores momentos, cuando de verdad estás liquidado, cuando no hay nada que te levante, la motivación no sirve para nada.
La motivación de los memes inspiradores, la de la amiga que te quiere y busca levantarte el ánimo con frases amorosas, la del terapeuta que te dice “Dale que venís bien, ”, la de la página del diario que escribiste hace dos días cuando te sentías bien, ESA motivación que pensaste que te iba a funcionar cuando la espuma bajara, no sirve absolutamente para nada más que para hacerte sentir peor, en ese momento en el que ya estabas mal. O al menos eso me pasa a mí (y a Mel Robbins).
Si la motivación no te tira una soga cuando estás en el pozo, ¿qué sí sirve para salir de ahí?
La acción: hacer igual aunque te sientas horrible, aunque no tengas ni un poco de ganas, aunque sea lo último que quieras hacer.
A mí me sirve hacerlo igual y ponerme en acción sin esperar nada, con la expectativa bajísima, aunque esté una hora diciéndome cosas horribles, sintiéndome la más desastrosa de la tierra. Hacerlo igual.
Hoy me desperté en uno de esos días de total oscuridad. Venía de días de estar muy arriba, con una medicación nueva para TDAH me venía haciendo super bien. Había vislumbrado lo que era la vida sin ruido interno ensordecedor, sin (tanta) ansiedad, sin pensamientos recurrentes de catástrofe, la vida me sonreía y yo a ella, ilusionada con que yo ahora iba a ser así para el resto de mi vida. Bueno, no. O capaz sí. Pero la vida de nadie (con o sin TDAH, con o sin ansiedad) es estar “arriba” todo el tiempo, de buen humor y con motivación, así que tampoco me desilusionó tanto.
Aún así, con esta perspectiva de oscuridad que me sobrevino apenas me levanté, hice todo lo que hago (casi) todos los días para sentirme bien, o para sacarme sola de ahí.
Me levanté temprano con la casa en silencio, tomé agua con limón, me hice un jugo de apio, salí a caminar a la plaza escuchando un podcast, me tiré un rato al sol, escribí, cerré los ojos unos minutos, miré a los perros correr por el parque, hice la lista de todo lo que tengo que hacer sin exigirme, respondí mensajes. Todo eso antes de las 9 de la mañana. Todo sin ganas de hacerlo. Todo sin motivación. Porque la motivación no está ahí cuando la necesito. Porque la motivación en realidad no importa.
Lo hice igual porque sé qué (me) sirve hacer cuando estoy así. Pero sobre todo porque hace años que acumulo hábitos que hago igual, tenga o no ganas de hacerlos, tenga o no la motivación, tenga o no el interés, tenga o no el humor, tenga o no el deseo.
No siempre son los mismos hábitos y no siempre tengo el tiempo o la posibilidad de hacerlos. Pero los sostengo. Y me sostienen.
Ahora, por ejemplo, 4 horas después de haberme levantado, en un feriado en Buenos Aires en el que la mayoría de las personas se acaba de despertar, creo que me siento como una persona “normal” (con cien mil comillas). Creo que siento lo que siente la mayoría cuando se despierta, que no es ni desinterés ni pasión por la vida sino simplemente un estado más o menos neutro que yo solo consigo si me despierto (a veces) cuatro horas antes.
En algún momento de mi vida dejé de castigarme por no ser más “normal”. Un día me amigué con esta sensación y la dejé ser. Me permití confiar en que esto que soy y que hago me quiere mostrar algo. Que es algún tipo de maestría que quizás algún día me vaya a servir para algo, y no solamente un circuito raro de mi cerebro que no me deja vivir “bien”.
Ya no me castigo por lo que no soy. Hay días que me enoja mucho, por supuesto, pero ya no quiero combatir esta sensación. Primero porque sé que no soy la única que se siente así, segundo porque igual logro (casi) todo lo que me propongo (aunque me cueste mucho), pero sobre todo porque haber pasado los últimos años entrenando mi disciplina y mi capacidad para hacer lo que creo que me hace bien, aun sin tener ni una pizca de ganas, me volvió superpoderosa.
Una persona que hace lo que sabe que le hace bien teniendo ganas, deseo y motivación es fuerte. Una persona que hace lo que sabe que le hace bien teniendo ganas de desaparecer y no salir nunca más de la cama es casi indestructible.
No tengo ninguna receta. No soy ejemplo de nada. A duras penas sobrevivo gracias al infinito amor que me rodea, a un montón de horas de terapia y al privilegio enorme de poder dedicarme este tiempo muchas de las veces que lo necesito. Pero sí sé una cosa: si no me hubiera entrenado a mí misma en cómo sostenerme y hacer igual lo que tengo que hacer aunque preferiría estar haciendo otra cosa, nada de esto serviría de nada.
Amor sí, y acción. La motivación: no importa.
Algo de lo que me motivó (cuac) a escribir este correo.
El podcast que escuché hoy y que inspiró este news (está en inglés).
No le des bola al título ganchero, ningunas 2 palabras te sacan la ansiedad. Eso sí que es bullshit.
Estas puertas rosadas a otra dimensión (gracias Mila)
Una serie de puertas rosadas hechas con IA que aparecen mágicas en el medio de ciudades muy grises. A veces siento que esta batería de hábitos que sigo a rajatabla son como estas puertas rosadas: me van a sacar de mi mundo gris y me van a transportar a ese mundo rosa en el que quiero vivir. Ojalá.
Esta canción que escuché en loop los últimos meses
Spotify no me deja embeberla pero la conoce todo el mundo: You can´t always get what you want de los Rolling Stones. Y no, no siempre podés tener la vida, las ganas, el deseo, el cerebro que querés, but if you try sometime, you’ll find you get what you need (pero si lo intentás por un tiempo, encontrarás que conseguís lo que necesitás).
Esta ilustración de Caribay
Calma y ternura, siempre.
Este libro de Amalia Andrade con este título maravilloso
Este año leí sus otros dos libros anteriores y me metí directo a este. Gracias ma por regalármelo. Por ahora viene divino. Ya con ese título y esa tapa se ganó mi corazón.
Gracias por leer. Quedan solo tres viernes este año. ¿SOLO? ¡Quedan tres viernes del año! Es un montón. Si querés empezar a hacer algo no esperes al 1 de enero, podés empezar hoy, o mañana, o el lunes, pero por favor no esperes a enero. Falta un montón.
Me voy a comprar sanguchitos de miga para el cumpleaños de mi hija. Nada me hace más feliz que ese combo: sanguchitos de miga e hija, así que me este día solo puede repuntar.
Agradecete por todo lo que hacés cuando no tenés ganas (y por todo lo que hacés cuando tenés ganas también, que no es poco).
Abrazo grande, hasta la semana que viene,
Bar