El mes de llorar
El centro de la transformación puede ser un espanto, y puede también estar bien.
Este mes que pasó no dejé de llorar ni un día. Yo, que alguna vez me llamé a mí misma “iceberg”, este mes lloré sin pudor frente a todo el mundo.
Me agoté de sostener mi identidad anterior, la que vivía en Buenos Aires, la que criaba todo el tiempo en equipo, la que tenía a su amiga-socia en el mismo huso horario, la que vivía con su marido, la que salía seguido a la tarde a ver amigas o al museo o a cualquier parte.
Y cuando la desarmé, me desarmé entera. Todas mis referencias espaciales, emocionales y vivenciales desaparecieron de mi vista (excepto mi hija) y el último mes me lo pasé prácticamente sola, con mi cabeza y con mi cuerpo, criando casi sin red.
Fue devastador, y necesario.
Entendí que no podía sostener mi nueva realidad con la identidad de la vieja, y tuve que reinventarme, llorar y desaparecer, llamar y pedir ayuda, mirarme de nuevo para volver a entenderme.
Fue durísimo -y lo sigue siendo de a ratos- pero ahora sé que me tengo a mí, a mi nueva yo, y que juntas vamos viendo de qué se trata caminar sin saber cómo va a ser lo que viene después.
Siento que este mes toqué todos los espacios incómodos porque tenía que rodearme de una nueva verdad. Tenía que poder ser ese ungüento asqueroso que es la oruga mucho antes de transformarse en mariposa. Tenía que volverme esa viscosidad informe que no es nada, que es el centro de la transformación. Un lugar de dolor inmenso que algún día, después de mucho esfuerzo, trae color y libertad.
Suena apocalíptico y realmente lo fue para mí. Nunca pensé que podía doler tanto sostener una realidad que elegiste pero que no se parece en nada a lo que te imaginaste, y sin embargo confiar en que estás donde tenés que estar, porque algo tenés que ver, algo tenés que aprender.
Este mes de desconexión total con el afuera y de conexión total con conmigo me trajo de nuevo al centro. Ese centro del amor del que hablo en mi último libro, ese núcleo duro: del miedo y del amor en su doble cara.
Este mes también me permití por primera vez decir “no puedo, necesito ayuda”. Lo hice con amigxs, con terapeutas, con mi marido, con mi socia, con mi mamá, y con muchos proyectos y pedidos de cosas que ya tenía programadas para este final de año. Puse casi todo en pausa y por una semana me permití llorar, escribir, leer, estar tirada en el pasto, habitar la incertidumbre y volver a empezar desde ahí.
Ahora la verdad es que no sé. Todavía no sé cómo se sigue pero sí tengo claro que como venía no es, y que la mariposa está lejos de mi campo de visión pero volver a ser oruga no me interesa en lo más mínimo.
Hoy soy esta: blanda, desarmada, sin forma, con un horizonte difuso pero con la certeza total de que me tengo y de que la vida nueva no tardará en llegar, con toda la potencia de lo que acaba de nacer.
A partir de ahora los correos son diferentes porque yo cambié, y no tengo ganas de sostener nada que no esté alineado con mi nueva forma.
Me van a empezar a escuchar en voz alta, porque entendí que la voz de mi cabeza es menos fuerte si la dejo salir de vez en cuando, así que además de correos les van a llegar audios, para quien tenga ganas de escucharlos.
Gracias por estar ahí. Pensé que no iba a escribir nunca más por acá, pero siempre se vuelve a la fuente. Las mías: la escritura que salva, y la belleza que se mira con el corazón.
Por acá algo de lo que estuve mirando, escuchando y leyendo este mes. Belleza que me salvó, cuando todo se sentía muy extraño.
En loop: Aqua di Emma
El último disco de Emmanuel Horvilleur (que es un gran gran poeta). Lo escuché tanto estas semanas que mi hija ya se sabe las letras de memoria.
Mis preferidas: Espíritu del lugar y Fin de fiesta.
Libros: lo que sea que te acerque a crear
Todo lo que leí este mes me gustó. Lo que saqué de todos ellos en estos días de caos mental fue más o menos lo mismo: el arte y crear te salvan la vida.
Si estás destinadx a hacerlo y no lo hacés, no solo te hacés un mal a vos mismx sino también al mundo que te rodea, que se pierde eso que tenés para dar.
Yo este mes escribí muchísimo, hice dibujos que no verá nadie, me compré bastidores y crayones y pinté sin pensar. Traté de no releer nada, de no juzgar nada por bueno, lindo, feo u horrible. Creé sin más, y me alivió.
Como dice Beth Pickens en este libro que estoy leyendo ahora: Make your art no matter what.
Mirada: Almodóvar y Madrid
Estoy (re)visitando Almodóvar en todo su esplendor. Vi Volver, Dolor y gloria y, la que más me voló la cabeza en este mes de llorar: La flor de mi secreto, sobre una escritora que enloquece mientras escribe y llora (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
Están todas en Netflix.
La ficción y la poesía son dosis, medicinas. lo que curan es la ruptura que la realidad provoca en la imaginación
Jeanette Winterson
Postdata ♥️: Este tiempo de transformación me mostró que es hora de invitar a lo nuevo y hacer una base más firme acá en Madrid. Así que si estás por acá o alrededores y te gustaría trabajar conmigo, escribime. Puedo acompañar proyectos creativos, crear espacios de aprendizaje, bienestar y creatividad, investigar y diseñar soluciones de género y comunicación y potenciar espacios culturales, artísticos y educativos. Respondeme este mail o a barduhau@gmail.com y pensamos juntxs.
Postdata 2♥️♥️: escribí este correo antes de los hechos monstruosos de este fin de semana. El mes de llorar se extiende hasta acá. Todo mi amor y el corazón roto para abrazar a todas las personas que están viviendo de cerca o a la distancia esta pesadilla.