Cuando estoy sola puedo mirar las flores de verdad
Eso dice May Sarton en su libro Diario de una soledad. ¿Es así?
Eso dice May Sarton en su libro Diario de una soledad. ¿Es así? Cuando estoy sola puedo prestarle atención a más cosas, sobre todo a mí misma.
La soledad supone otros tiempos, otro tipo de contemplación. Las flores se pueden mirar de verdad, el papel se puede escribir sin apuro, el olor del café se percibe más fuerte, hasta el latido del corazón se puede escuchar.
O quizás solo estoy idealizando algo de lo que tengo muy poco y que lucho cada día por obtener: la soledad.
“Mi necesidad de estar a solas siempre está en contrapunto con el miedo a todo aquello que sucederá si de repente, una vez adentrada en el enorme y vacío silencio, no puedo encontrar apoyo alguno”.
May Sarton
Sarton escribe muchas páginas sobre cómo es estar sola en una casa en el medio del bosque. Se pasa sus días escribiendo poemas y cartas, plantando y cuidando su huerta, jugando con los animales que, temerosos, se acercan a olisquearla.
Desde que empezó este año, y de manera muy azarosa, estoy leyendo sobre la soledad. Sobre personas que disfrutan y al mismo tiempo padecen estar solas.
La mayoría se va a vivir a una casa alejada de la civilización y cerca del verde y desde ahí contempla. ¿Qué contemplan? Sus casas, la naturaleza que les rodea, el arte que pueden o no crear y, sobre todo, a elles mismes. Evalúan sus vidas, sus rutinas, sus pensamientos, sus emociones, y a partir de ahí establecen una conversación con sus propias vidas.
Reflexionan, crean, se recrean a sí mismes, y en esa recreación recuperan algo, algo vital que creían haber perdido en la civilizacion, algo que bulle y rebulle y que solo pueden oír cuando están en calma, en silencio, en la más profunda soledad.
Solitude deprivation: A state in which you spend close to zero time alone with your thoughts and free from input from other minds.
Privación de la soledad: Un estado en el que estás casi cero tiempo a solas con tus pensamientos y sos libre de lo que otras mentes tengan para aportarte.
Según Cal Newport, vivimos en la era de la “solitude deprivation”, algo así como la era de la privación de la soledad.
Es decir: no nos permitimos estar en silencio, en soledad, no hacemos espacio para la contemplación, vivimos bombardeades por noticias, notificaciones en el celular, encuentros con un montón de gente, estímulos constantes. Y, según Newport, eso está empobreciendo nuestra creatividad, nuestra posibilidad colectiva de crear algo nuevo, algo que solo puede lograrse cuando salimos de nuestras rueditas de hamsters, cuando nos desenchufamos de ese ritmo demencial.
Me intrigan los libros sobre la soledad porque es algo que me toca profundo. Soy una persona que aprendió medio a los ponchazos a estar sola, mucho tiempo sola, y algo me quedó seteado en ese modo para siempre. Ahora que vivo con tres personas más, una perrita, muchas plantas y un ritmo medio frenético de actividades, me cuesta mucho recrear mis momentos de soledad.
Abro las dos ventanas
del living
y el vientito de las cinco de la mañana
hace mover las cortinas
como bailando el vals.
Como conté por acá, tengo una rutina hace un par de años de levantarme muy temprano (ahora de noche, por la época de año), y estar un tiempo -lo que logre- en soledad. Lo que hago en ese rato no es muy delirante, a veces leo, a veces escribo, a veces miro por la ventana, a veces solo voy al baño y me ducho un rato largo, pero en general, nunca me alcanza.
Cuánto mejor es el silencio; la taza de café, la mesa. Cuánto mejor es sentarme conmigo misma como una solitaria ave marina que abre sus alas en el umbral. Sentarme acá para siempre con estas cosas desnudas, esta taza de café, este cuchillo, este tenedor, cosas en sí mismas, yo misma siendo yo misma.
Virginia Woolf.
En mi cabeza me la paso fantaseando con irme una temporada a una casa en la playa a estar sola y salir a mirar el mar. La realidad es que no sé si me la bancaría. Como escribe Sarton, me da miedo “todo aquello que sucederá si de repente, una vez adentrada en el enorme y vacío silencio, no puedo encontrar apoyo alguno”. Pero la soledad siempre está ahí, agazapada, esperándome, como fantasía y también como pesadilla, las dos caras de mi obsesión: perderme a mí adentro de todo el ruido, o perderlo todo y quedarme sola, realmente sola en una soledad que no elegí.
Ahora, ¿qué pasa si no nos hacemos de ese espacio de soledad? Si vivimos en constante ruido y no nos hacemos el tiempo de mirar adentro, de mirar afuera, de realmente “contemplar las flores y mirarlas de verdad”.
Para Virginia Woolf, la soledad es un requisito necesario para el pensamiento creativo y original y, sobre todo las mujeres, fuimos negadas sistemáticamente de ella durante siglos, al no tener ni un espacio ni un lugar -literal y metafórico- para crear en soledad, para pensar solas de verdad. Para Woolf, la soledad, por lo tanto, es una forma real de liberación. Y no tenerla, ni poder hacer algo para conseguirla, es una verdadera forma de opresión.
Soledad y creatividad, soledad y contemplación, soledad y miedo, soledad y liberación, soledad y silencio, soledad y belleza. ¿Soledad y conexión?
Según mis terapeutas (sí, son varixs 🤪), en mi caso la soledad tiene un doble filo, porque me es fácil perderme y alejarme de todo, rumiar mis mambitos en silencio y enroscarme hasta morderme la cola, en una soledad que solo me hunde más profundo. Mi aprendizaje y crecimiento es justamente el contrario: aprender a estar en contacto, entender que sanar es, para mí, reconectar, (y no por eso olvidarme por completo de mi soledad, claro).
Para Henry David Thoreau, la clave está en el balance. En Walden, la vida en los bosques, una de las biblias de la soledad y la contemplación de la naturaleza, Thoreau creó un experimento que consistió no en mantenerse alejado de todo sino en tener la habilidad para moverse ida y vuelta entre el estado de soledad y el estado de conexión.
Valoraba el tiempo solo con sus pensamientos -mirando, por ejemplo, un pedazo de hielo del lago- pero también valoraba la compañía y la estimulación intelectual que solo encontrarse con amigxs le podía dar. En la existencia de las dos cosas al mismo tiempo era que encontraba espacio para desarrollar su creatividad por completo, creando un espacio para sí mismo y para sus conexiones, en un mundo que ya, en esa época, se estaba llenando de ruido.
Hola, acá estoy, con la casa sola, escribiendo este correo, en una mañana de sol y fresquito en la que se escuchan los pájaros. Este sería el día 55 de los #100díasdecreatividad, que decidí que va a seguir en ambos formatos, mails e Instagram, dependiendo de en donde me dé más ganas.
Ya pasó más de un mes desde que mandé el otro correo y siento que pasó mucho más. Marzo, además de haber sido el mes de mi cumpleaños 33, estuvo bien cargadito de emociones. Espero que no te haya tratado tan mal. Y si así fue, acá estoy para acompañarte a surfear la ola de abril 🤓
Acá algunos de los libros que estuve leyendo para este correo o que me recomendaron este año sobre la soledad, el tema de hoy:
Diario de una soledad, de May Sarton. Es una belleza. Todavía no está disponible en Argentina pero espero que llegue pronto.
Los llanos de Federico Falco. Un Diario de soledad muy similar al de Sarton pero escrito muchos años después, por un varón, en Argentina (más precisamente en Córdoba).
Walden, la vida en los bosques de Henry David Thoreau (son un millón de páginas pero dicen que vale la pena, yo todavía no lo leí).
Sola, de Carlota Gurt. Lo estoy leyendo en este momento y es genial, oscuro, gracioso, terrible y mordaz.
La luz y la montaña, de Soledad Urquía. Diario de contemplación, meditación, no está todo el tiempo sola pero es la única que es madre, y eso ya dice mucho.
Digital minimalism, de Cal Newport. Ahí habla sobre la privación de la soledad y cómo hacer para darle espacio en este mundo caótico.
Si tenés algún otro en mente, ¿me lo recomendás?
Esta semana, si podés, hacete un rato lo más largo que puedas en soledad: una caminata larga, escribir en un cuaderno, ir a un museo o solo levantarte un rato antes sin celular.
Fijate si algo cambia adentro tuyo y, si querés, contame. Acá estaré, luchando cada día por un ratito de soledad y, también, por entrar en contacto, pidiendo ese balance que tan difícil me es encontrar.
Gracias ♥️ Nos vemos la próxima ♥️
Bar
Ah! Con mi amiga Marian D’Erasmo lanzamos esta semana las inscripciones para nuestro taller de lectura Contar el dolor, sobre escrituras que hablan del dolor, el fuego y el tabú de sentirlo. Este mes vamos a leer textos que hablan del vínculo entre dolor y creatividad. Más información e inscripción por acá.